Haití ofrece un avance de lo que le espera a la República Dominicana: el precio real del libre comercio.
Por
- Revisado: . Publicado: 13 Ene 2011.Arroz, habichuelas y pollo. Suena familiar, ¿no? Los haitianos comen esto todos los días, si pueden permitírselo, y por lo que pude ver el sabor es parecidisimo al de la "bandera dominicana". Los plátanos y el café son también los favoritos del día.
Aún estoy investigando otros platos típicos haitianos y se los serviré en otro artículo. Pero primero, estoy escribiendo sobre el libre comercio, un tema oportuno para nosotros aquí en la RD también. Después de pasar un par de semanas en Haití descubrí que el tema de la comida suele llevar a una discusión sobre las importaciones de alimentos baratos y cómo han empujado a los agricultores haitianos fuera del negocio.
Esto no es peculiar de Haití, aunque se podría argumentar que como la nación más pobre de las Américas, Haití tiene menos poder de negociación a su disposición cuando se discuten los términos de comercio. La experiencia haitiana también tiene lecciones para nosotros aquí en la RD, embarcandonos en el desconocido viaje conocido como DR-CAFTA, el acuerdo de libre comercio entre los EE.UU., la República Dominicana y las naciones centroamericanas.
En nombre del libre comercio, Haití ha perdido gran parte de sus cultivos tradicionales como el arroz, habichuelas, aves de corral e incluso el maní. Esto sucede cuando se levantan los aranceles y las barreras a la importación, lo que significa que los grandes exportadores como los Estados Unidos pueden vender arroz, habichuelas y pollo más baratos a países como Haití. Los agricultores locales no pueden competir - están produciendo a menor escala y sus costos son demasiado altos - por lo que simplemente paran la producción.
¿Buenas noticias para el consumidor haitiano, o no? En algunos casos los precios son mantenidos artificialmente bajos por los importadores hasta que la competencia local tira la toalla, y luego los precios suben. No hay ganadores entonces, al menos no en Haití.
Un amigo en Puerto Príncipe me explicó que los cocineros haitianos todavía prefieren el sabor y la calidad de las habichuelas cultivadas localmente, tanto que las habichuelas importadas a menudo se venden disfrazadas como haitianas. Es fácil notar la diferencia, aparentemente: las locales tienen una apariencia menos uniforme.
El arroz, sin embargo, es otro asunto. Todo el mundo está de acuerdo en que el arroz importado sabe mejor que el local. La tragedia es que, como resultado de ello, las regiones agrícolas relativamente prósperas como el Valle de Artibonite están siendo abandonadas por agricultores que ya no pueden vivir de la tierra. Tradicionalmente, éstas eran las zonas que producían menos migrantes. ¿El resultado? Más personas se hacinan en los barrios más pobres de Puerto Príncipe y Cap Haitien, o se arriesgan en alta mar, o cruzan la frontera dominicana. ¿Realmente vale la pena?
La mayor parte del pollo en Haití es importado de los EE.UU., y esto es un interesante fenómeno cultural y gastronómico. Como los dominicanos, los haitianos prefieren las patas de pollo, mientras que éstas son rechazadas por el consumidor norteamericano en favor de la carne blanca. Como resultado, hay un próspero mercado de exportación de patas de pollo baratas de EE.UU., y consumidores felices en Haití. Los granjeros de allí no están tan contentos, sin embargo. Lo mismo se planea para la República Dominicana donde todavía hay una industria avícola, y los granjeros de pollo en la República Dominicana están muy preocupados por lo que les espera.
Mucha comida en Haití viene de nuestro lado de la frontera. El otro día le pregunté a una comerciante del mercado que vendía huevos en la ciudad norteña de Cap Haitien donde guardaba sus pollos. En ninguna parte, dijo. Estos huevos son dominicanos. Ella hace un viaje semanal de varias horas por carreteras llenas de baches hasta la frontera dominicana para comprar huevos para venderlos en el mercado. También se importan plátanos de la República Dominicana, así como azúcar y pastas. Curiosamente, los espaguetis son un desayuno común en Haití.
El único rayo de esperanza que puedo mencionar es el caso de los caficultores haitianos. Una red de cooperativas en el norte y noreste de Haití se han unido, procesando y vendiendo su cultivo orgánico al mercado europeo de comercio justo. La producción de café no sólo aporta empleo y prosperidad a las comunidades rurales pobres, sino que también detiene el flujo de migración a las ciudades y al extranjero, y da lugar a la reforestación en un país que ha perdido casi toda su cubierta arbórea a causa de la tala y la producción de carbón. El café debe cultivarse bajo sombra, por lo que los agricultores plantan árboles en las montañas donde se cultiva el café.
Desafortunadamente, los caficultores son la excepción. Está muy bien pregonar los beneficios del libre comercio, pero en estas condiciones, cuando éste es el efecto, ¿cómo se espera que países como Haití puedan salir de la pobreza, y mucho menos desarrollarse?